El Medio Ambiente en América Latina

Desde hace unos cien mil años el hombre interactúa con la naturaleza, primero en grupos de cazadores-recolectores y luego como pueblos agro-alfareros y minero-metalúrgicos.
Los primeros pobladores no dañaban mayormente los ecosistemas, la caza no conducía al exterminio de las especies y la recolección de frutos y vegetales no provocaba desequilibrios ecológicos. Además, al ser nómadas, rotaban los lugares facilitando el proceso de autorregulación de los ecosistemas. Su número era muy pequeño como para tener algún impacto, salvo en los principales imperios del continente: aztecas e incas.
Con los primeros pueblos sedentarios aumenta la alteración de los ecosistemas. Mediante la domesticación de algunos animales y la utilización de la quema de leña y los animales para energía, comenzaron a verse las primeras consecuencias sobre el medio ambiente. En la búsqueda de mejores tierras, los aborígenes dieron comienzo a las primeras quemazones y tala de árboles. Sin embargo, dada su escasa magnitud, no alcanzó para causar daños ecológicos notorios. Muchos campos y praderas originales eran remplazados por nuevos cultivos. También se comenzó a utilizar el regadío artificial, terrazas en los Andes y canales para facilitar la circulación del agua destinada a la producción agropecuaria.
Los primeros colonizadores encontraron un continente con mucha materia prima y mano de obra para explotar. Los españoles, en particular, crearon un régimen de extracción de recursos basado en la propiedad estatal (real). Comenzaron a extraer metales preciosos destinados al mercado internacional, para lo que se fomentó la tala de árboles para las fundiciones, y las explotaciones agrarias de un solo producto que eran la base de la economía de exportación (cacao, trigo, azúcar, café) provocando los primeros cambios ecológicos.
El cambio más significativo, tal vez, por parte de los españoles, fue la introducción del ganado vacuno y equino. Estos animales encontraron en ciertas regiones un entorno apto para su reproducción, sin mayor amenaza de depredadores. En pocos años, las vacas, los caballos y las ovejas ya se habían multiplicado por miles, dando origen a su explotación, en el caso del ganado vacuno para obtener su cuero. Curtiembres y saladeros comenzaron ya a contaminar sus áreas circundantes, en particular ríos y arroyos. El ganado salvaje generó una situación de “tragedia de los comunes”; las vaquerías los cazaban para quitarle el cuero sin aprovechar el resto del animal. La ausencia de derechos de propiedad sobre el recurso generaba un incentivo a matar, no a criar. A fines del siglo XVIII el Virrey Arredondo, en Buenos Aires, llamaba la atención sobre la posible extinción de ese ganado llamado “cimarrón”[1] .

No obstante, fue ésta una notable historia de cambio institucional para proteger el recurso. La introducción del alambrado en la segunda mitad del siglo XIX permitió el establecimiento de claros derechos de propiedad sobre la tierra y el ganado, y nunca más se habló ya de la posible extinción de la especie vacuna. De otras especies, lamentablemente, no puede decirse lo mismo, se acentúo su caza indiscriminada.

Pero el concepto no se extendió a otros recursos o áreas y los problemas ambientales, a medida que aumentaba la población y la producción, fueron creciendo. Las ciudades iban evolucionando, muchas formándose como ciudad-puerto o cerca de los centros mineros, comenzando a depender de flujos energéticos externos. Los países de Latinoamérica se insertaron en la división internacional del trabajo, acelerada por la revolución industrial, como países proveedores de materia prima, en general con una extensión del derecho de propiedad que generaba el incentivo a explotar el recurso racionalmente, excepto el subsuelo que, manteniendo la tradición hispana, siguió siendo propiedad estatal y accesible solamente a través de concesiones. La actividad agrícola-ganadera se extendió e, inevitablemente, modificó el ambiente. Esto suele ser condenado por ciertos grupos ecologistas como una tragedia, pero la modificación del entorno es lo que ocurre cuando utilizamos los recursos para producir y, con ello, satisfacer las necesidades de las personas.

No existe actividad sobre los recursos sin impacto. Lo importante es la existencia de un marco institucional, de normas, que motive un aprovechamiento racional, protegiendo al recurso para que pueda seguir brindando servicios. Se puede “proteger” el ambiente no tocándolo, pero es necesario tener en cuenta que esto implicaría el retorno a una vida de “cazadores-recolectores” e incluso tan sólo para algunos.

Y no es solamente el hombre, los mismos fenómenos naturales tales como sismos, inundaciones, sequías, deslizamientos de tierra, erupciones volcánicas y huracanes ocasionan drásticos cambios en el entorno. La capacidad para hacer frente a estas catástrofes está estrechamente relacionada con el crecimiento económico y el nivel de riqueza de un país. En un país pobre, cualquier fenómeno natural de ese tipo se vuelve una tragedia. No es el mismo impacto de un terremoto en Chile que en Haití.
Las tierras más fértiles fueron utilizadas para explotar los productos de exportación, se aceleró el remplazo de selvas y bosques con el propósito de habilitar tierras para el uso agropecuario, y se desconocieron derechos a los habitantes originarios. La propiedad territorial fue dedicada a la masiva cría de ganado y a cultivos, disminuyendo la diversificación. También se acentúo la caza indiscriminada de la fauna terrestre, como por ejemplo, perdices, vizcachas, chinchillas, o la langosta en el Caribe.
A mediados del siglo XIX, comenzó la explotación de combustibles fósiles, como el carbón, la madera y el petróleo. A partir de la década del 1930, con el inicio de la industrialización en Latinoamérica, muchas sociedades agrarias se transformaron en urbanas. Hubo una gran migración del campo a la ciudad, lo que favoreció su crecimiento. En estas ciudades se incrementaron los ruidos, la basura, la contaminación del aire y del agua, y el consumo de energía, si bien también es cierto que la concentración de las poblaciones en centros urbanos concentra el impacto inevitable en una superficie relativamente pequeña y reduce los efectos per cápita.

Problemas institucionales

Que hay problemas ambientales en América Latina no es una novedad, pero sí tal vez lo sea que éstos se deben en muchos casos al fracaso del Estado como propietario de recursos que no logra cuidar y sostener. El consenso “ecologista” presenta un panorama en el cual la raíz del problema es el afán de obtener desmedidas ganancias sin considerar los efectos destructivos sobre el medio ambiente. Las empresas capitalistas, sobre todo grandes e internacionales, aparecen como los principales villanos a quienes hay que combatir, con buenos o con malos argumentos. El Estado y la política son propuestos como el freno y la solución para esas ambiciones descontroladas.

Sin embargo, los principales problemas ambientales presentes en América Latina son el resultado de la falla de Estado, de la mala calidad institucional por la cual éste, que asumiera la propiedad de la mayoría de los recursos hoy degradados, no cumple su función de propietario “protector” y en muchos casos alienta y subsidia la depredación. Repasemos brevemente cuáles son esos problemas :
1. Cambio climático:
El principal tema ambiental del planeta encuentra a América Latina como un participante menor, teniendo en cuenta el volumen de emisiones de CO2 que muestra el gráfico, aunque no exento de sus consecuencias, las que de verificarse pueden tener impacto en el núcleo de su producción agrícola y ganadera.
En este sentido, si bien el actual período de crecimiento económico significa que la región aumentará sus emisiones, al mismo tiempo estará en mejores condiciones y con más recursos económicos como para hacer frente a sus problemas. Por ejemplo, el IPCC (International Panel for Climate Change) plantea escenarios en los que el calentamiento global genera un incremento de ciertas enfermedades, pero es mucho más robusta la relación existente entre el PBI per cápita y la expectativa de vida al nacer, ya que ese mayor crecimiento implica un mejor acceso a agua potable o servicios sanitarios. Una relación similar existe entre el nivel de PBI y el impacto de eventos climáticos catastróficos.

Fuente: International Energy Agency (2009). Disponible en www.lainformacion.com

América Latina ha encontrado ahora condiciones externas favorables para ese crecimiento, las que están siendo aprovechadas en mayor grado por aquellos países que han logrado mayor calidad institucional.

2007 Emisiones de CO2 en América Latina y el Caribe (del sector energético)
País Millones de ton. de CO2* CO2 t/p.c. Ranking Mundial #
México 453 4,2 13
Brasil 398 2,1 17
Venezuela 172 6,6 27
Argentina 166 4,1 29
Chile 65 4 50
Colombia 64 1,5 51
Trinidad y Tobago 47 38 62
Puerto Rico 37 9,3 71
Perú 32 1,1 74
Ecuador 28 1,9 76
Cuba 25 2,2 78
República Dominicana 19 2 85
Panamá 15 4,5 89
Bolivia 14 1,4 92
Jamaica 13 4,7 94
Guatemala 12 0,9 99
Honduras 7,9 1 109
Uruguay 7,5 2,2 110
Costa Rica 6,8 1,6 114
El Salvador 6,4 0,9 116
Bahamas 5,1 16.8 123
Nicaragua 4,9 0,9 124
Paraguay 3,8 0,6 133
Guyana 1,6 2,1 157
Barbados 1,4 4,9 159
Los que más emiten
China 6.284 4,8 1
EE.UU. 6.007 19,9 2
Rusia 1.672 2,11 3
India 1.401 1,2 4
* Las cifras no incluyen emisiones debidas a cambios en el uso de la tierra (deforestación). Según el Instituto Mundial de Recursos (CAIT), éstas constituyen el 46% del total de las emisiones de gases con efecto invernadero. Si esas cifras se incluyeran, Brasil figuraría como el quinto en la lista de principales emisores. Además, varios países de la región además estarían entre los primeros 30 si se utilizara la medida de emisiones per capita: Belice (1), Guyana (2), Panamá (14), Trinidad y Tobago (15), Venezuela (24), Nicaragua (27) y Bolivia (28).
# Ranking global de acuerdo al total de emisiones
Fuente: Administración de Información Energética (EIA); en Painter James “Emisiones en América Latina y el Caribe”, BBC Mundo: http://www.bbc.co.uk/mundo/ciencia_tecnologia/2009/12/091125_copenhague_mapa_emisiones_jmp.shtml

La región, además, encuentra una oportunidad de ofrecer proyectos para la captura de CO2 dentro del Mecanismo de Desarrollo Limpio del Convenio Marco sobre Cambio Climático de la ONU, en particular los asociados con forestación. (Siga leyendo en página 2)