Quienes nos dicen que estamos acabando (literalmente) con los recursos del planeta probablemente jamás habrán oído o leído que existe el primer principio de termodinámica, según el cual la materia y la energía permanecen para siempre en un sistema cerrado. Cierto, el planeta tierra no es un sistema cerrado perfecto: recibe energía del cosmos, emite energía al cosmos, recibe materia del cosmos y… un momento! Si olvidamos los satélites y demás artilugios enviados por el hombre más allá de nuestra atmósfera, cuánta materia (recursos) abandona el planeta?
La actividad humana se limita a transformar los recursos que obtiene de su medio natural en productos útiles para su desarrollo. Muchos de esos recursos se encuentran en estos momentos “fijados” en nuestras viviendas, nuestras carreteras, nuestros hospitales, nuestras escuelas, nuestros televisores, nuestro dispositivos móviles, nuestros vehículos,…. Sin embargo, algo que caracteriza a todos esos artilugios y construcciones es su obsolescencia: al cabo de un tiempo los materiales dejan de ser resistentes, los aparatos dejan de funcionar. Y toda esa cantidad ingente de materiales obsoletos termina en … la basura.
Con el paso del tiempo, cada uno de nosotros nos deshacemos de cantidades ingentes de basura. En Alemania, cada habitante produce alrededor de media tonelada de residuos al año, que son casi 1,4 kilogramos por día. En Guatemala son 0,5 kg por habitante. En Estados Unidos y según los datos de la Organización para la Cooperación Económica (OCDE), son incluso 730 kilogramos per cápita al año. La pregunta es: ¿Qué hacemos con la basura? En la mayoría de los países la basura se lleva a los vertederos, verdaderos atentados paisajísticos y ecológicos, sin olvidar el enorme riesgo que suponen para la salud de las personas. En los vertederos duermen, en brazos de la basura, cantidades ingentes de valiosos recursos.
En los teléfonos móviles, los ordenadores, las tecnologías de control de los automóviles, las lavadoras o las básculas de baño se procesan algunas de las materias más escasas de la tierra. Les hablo de metales exóticos tales como el Tántalo, sin el cual los modernos condensadores de alto rendimiento utilizados en dispositivos móviles serían impensables. O del Indio para pantallas táctiles. O el Neodimio de los potentes imanes permanentes, tal como se utilizan en la aplicación de motores eléctricos. O el Rutenio, que permite gran densidad de almacenamiento de las unidades de disco duro.
La demanda de estas y otras sustancias aumenta fuerte e inesperadamente a la misma velocidad con que aumenta el nivel de vida en los mercados emergentes de India y China, y en general allí donde la digitalización es necesaria para la vida cotidiana y el trabajo. La demanda seguirá aumentando drásticamente y con ella el precio. Seguiremos comprando un teléfono móvil nuevo, un nuevo ordenador portátil o empezaremos a comprar coches eléctricos.
A diferencia del petróleo, cuando hablamos de los recursos minerales necesarios para el desarrollo de alta tecnología estamos hablando de minerales extremadamente escasos, las llamadas tierras raras. Un ejemplo de escasez aguda es el del Indio. El Indio se utilizaba anteriormente en los empastes dentales, en cojinetes y en las centrales nucleares. Hoy, sin embargo, casi toda la producción de Indio termina en productos de electrónica, más concretamente en las pantallas de televisión y monitores. El indio es tan raro que ya se usa más material más reciclado en la producción que el que se obtiene de la minería. La mayor parte del Indio proviene de China, un proveedor impredecible.
El precio de las materias primas raras todavía depende en gran medida de las tácticas de los especuladores. Es evidente, sin embargo, que esos recursos no caerán del cielo, pero sí terminarán en la basura. En un futuro no muy lejano, los productos que contienen tierras raras no serán regalados, enterrados en un vertedero o incluso quemados en un incinerador. La industria del reciclado será uno de los pilares en los que se fundamente nuestro futuro.
¿Serán capaces los países en vías de desarrollo de subirse a este tren?
Con una extensión equivalente a ocho estadios de futbol, el vertedero de la zona 3 de la ciudad de Guatemala es uno de los basureros más grandes de Centroamérica, el cual recibe diariamente 3 mil toneladas de basura provenientes de la capital y de nueve municipios cercanos a ésta. Se cree que más de 1200 “guajeros” (personas que se dedican a la recolección de reciclables en la montaña de basura) arriesgan su salud, incluso sus vidas a diario en ese vertedero. Muchos de ellos son niños! que, abandonando la escuela, contribuyen con unos cuantos quetzales a la economia familiar. La contaminación de los ríos guatemaltecos es absolutamente vergonzosa e insostenible. La calidad del agua y, por tanto, la salud de las especies que la necesitan -incluídos los humanos, evidentemente- está irremediablemente amenazada. La promoción de la industria del reciclado y la cultura del reciclado son la única solución a los graves problemas generados por la NO gestión de basuras en Guatemala.
La Universidad Francisco Marroquín, mediante el Master in Environmental Economics, pone a disposición de los profesionales que ya se dedican a la extracción de recursos, pero también a quienes desean avanzar en su carrera emprendedora, las herramientas que necesitan para comprender la importancia que la industria del reciclado tiene tanto en el campo económico como en el de la economía sostenible. Y para diseñar su proyecto empresarial.
El problema de la basura en Guatemala es también una OPORTUNIDAD, no solo una fatalidad.