Pobreza y protección del clima

Vivimos tiempos en los que la incertidumbre, especialmente en lo que se refiere a las condiciones futuras de nuestro clima planetario, está logrando sustraernos del debate sobre nuestra capacidad de resiliencia como especie, incluso sobre las herramientas que debemos utilizar para mejorar nuestra antifragilidad (entendida esta tal y como lo hace Nassim Nicholas Taleb). Viendo las formas y el tono de las manifestaciones y proclamas de los activistas climáticos, no pocos sospechamos que hemos perdido las bridas de la razón que tantas veces han contribuido a frenar los ímpetus de nuestras visceralidades.

Cierto es que, cuando desde la política se dice que tenemos que fomentar masivamente tecnologías como la energía eólica, el hidrógeno y la electromovilidad, que debemos hacerlo tan pronto como sea posible, que nuestra forma de vida tiene que ser más limpia y más económica y que nuestras infraestructuras deben ser más eficientes, poco o nada se puede argumentar en contra. Las metas parecen claras. El camino hacia su consecución no tanto.

Desde nuestra cómoda posición en una sociedad occidental y próspera, olvidamos con frecuencia que no sólo los recursos naturales son finitos y limitados, los financieros y tecnológicos también. Tampoco debemos olvidar que, cuando hablamos de proteger el clima, o el planeta, o la vida sobre él, el ser humano es parte indisolublemente constitutiva de la biosfera y merece, por tanto, el mismo empeño en su protección y mejora de sus condiciones de vida -lo que venimos llamando prosperidad- que lo merecen las otras especies con las que compartimos hábitat. ¿Son los mecanismos de protección del clima propuestos los más adecuados para proteger tanto al planeta como a los humanos que lo habitan? ¿Son financiables?

En otras palabras: ¿Cuál es el impacto de la nueva arquitectura internacional de medidas climáticas sobre la pobreza y la desigualdad? Este es el punto de partida de un estudio publicado recientemente en la revista «World Development». Bajo el título “Can the Paris deal boost SDGs achievement? An assessment of climate mitigation co-benefits or side-effects on poverty and inequality “[1], los dos autores, colaboradores del «Centro Euromediterráneo del Cambio Climático» (CMCC) en Venecia, estiman que si para 2030 el mundo implementase plenamente los compromisos de los gobiernos nacionales acordados en el llamado Acuerdo Climático de París, el 2% de la población mundial sería más pobre que en el caso de la no implementación.

No debe resultar sorprendente que los investigadores llegasen a la conclusión de que los efectos negativos en el desarrollo de la prosperidad son mayores, cuanto más promueve un país la llamada «protección del clima». Especialmente si se trata de un país en vías de desarrollo o no desarrollado. Financiar la protección climática a través de un fondo climático internacional podría mitigar, pero no compensar, el impacto negativo en la prosperidad de esos países. «Los planes estrictos de reducción de emisiones pueden frenar la reducción de la pobreza en los países en desarrollo«, advierten los autores.

Ya en 2017, un grupo de investigadores bajo los auspicios del IPCC realizaba un estudio [2] a gran escala y llegaban a la conclusión de que la humanidad sería considerablemente más próspera en un escenario de desarrollo alimentado con combustibles fósiles que en un escenario «sostenible» con bajas emisiones de CO2. Los modelos de computadora mostraron que los beneficios del uso de combustibles fósiles podrían más que compensar el daño causado por el cambio climático.

¿Debemos entonces olvidar el problema y continuar como si nada hubiese pasado? No. No cabe dudar sobre los problemas medioambientales que la acción humana está generando y nadie puede negar los cambios climáticos a los que asistimos. Pero tal vez debamos reconsiderar las herramientas que podemos utilizar, el camino elegido para intentar dar solución a esos problemas, abandonar la histeria y retomar la cordura racional. Naciones Unidas publica periódicamente el resultado de una macroencuesta -más de 9,7 millones de encuestados- a nivel global sobre las prioridades de las personas: educación, mejor sanidad, trabajo, alimentación, … de 16 problemas a solucionar, la acción sobre el cambio climático ocupa la última plaza. Fuera de occidente, la gente tiene otros problemas.

[1] Lorenza Campagnolo, Marinella Davide, Can the Paris deal boost SDGs achievement? An assessment of climate mitigation co-benefits or side-effects on poverty and inequality, World Development, Volume 122, 2019, Pages 96-109.

[2] Keywan Riahi et al., The Shared Socioeconomic Pathways and their energy, land use, and greenhouse gas emissions implications: An overview, Global Environmental Change, Volume 42, 2017, Pages 153-168.